Crónica de un Día Feliz
La mañana se despertó perezosa, destemplada y amenazando lluvia. Por eso, la gente tardó en reunirse. La bendición de campanas, que estaba anunciada para las 11`45, se retrasó a las 12. Pero las campanas eran un poderoso reclamo; eran el acontecimiento del día. De manera que para las 12 habían llegado ya más de 60 moradores, amigos y entusiastas de la rehabilitación del templo parroquial.
Todos delante de la fachada de la torre esperando la bendición y el volteó de las campana. Hecha la oración de bendición, tan pronto como el sacerdote alzó el brazo con el hisopo, las campanas comenzaron a sonar ágiles y alegres, con sonido limpio y bien acompasadas. Se vieron lágrimas en el rostro de muchos (los hombres intentaban disimularlas, las mujeres, no), pero la emoción se apoderó del ánimo de todos.
Los vanos de la torre estaban reclamando campanas, sobre todo una vez que la torre estaba limpia y bien rehabilitada. Pero eran, sobre todo, los recuerdos y los sentimientos de los que habían vivido anteriormente en Eransus los que suspiraban por que las campanas volvieran a sonar.
Son un traspaso de la parroquia de Sta. María de Barañain, a la que tenemos que agradecer su generosa disposición. No son las mismas de antes, pero, su tamaño es suficiente para dejar la torre vestida y dispuesta para su función más importante.
Después ya, el programa de años anteriores: Primero la eucaristía participada por una comunidad prometedora y con futuro, porque aparecía compuesta de tres generaciones de adultos y una cuarta de niños y bebés, que, si no sabían todavía cantar los cantos, sabían muy bien hacerse presentes con sus propias “melodías”. Todos contentos.
Al final de la misa el Sr. Párroco informó de los trabajos de revoque de paredes y, especialmente, de colocación de escaleras de madera para subir al campanario que habían realizado en auzolán los voluntarios, de las gestiones en el Ayuntamiento de Egüés y la buena disposición del alcalde y de los proyectos de pintura y electrificación que están en perspectiva.
En el cementerio se rezó un responso con bendición de todas las tumbas, y de allí se pasó a la bendición de los campos. La temperatura no era muy agradable, pero tampoco nos mojamos. Y de nuevo volteo de campanas.
Con alegría y con hambre se aprestó la gente a preparar tortillas, jamón, chorizo, queso, pastas y vino y bebidas para el aperitivo. No pudimos degustarlo al aire libre y nos refugiamos en la bajera que ya se había previsto. El tono elevado de las conversaciones dejaba ver que la gente estaba entusiasmada.
Se ofreció algún voluntario para buscar en Internet la pila bautismal desaparecida y muy probablemente robada; otros hacían el propósito de seguir colaborando económicamente para que continuaran las fases de rehabilitación.
Sólo unos pocos se quedaron a comer. Pero todos quedamos muy contentos. Merece la pena la fiesta, merece la pena haber comenzado el proyecto y merece la pena seguir colaborando para llevarlo a buen término.
Hasta la fiesta de Todos los Santos.
Vuestro párroco: José Antonio Zabaleta.